martes, 4 de octubre de 2011

Declaración de principios, releer o el turista que ya no voy a ser.

Le escribí a un amigo (que tiene un blog al que llamé extraoficialmente El sitio en que tan bien se está) que los blogs me parecen un monumento erigido a la impudicia, cosa que sigo pensando, y es que me siento desnuda cuando escribo algo para más de cuatro ojos, como llevo espejuelos últimamente y escribo poesía, qué se puede esperar?, no obstante aquí está el mío que surgió porque dos o tres personas piensan que tengo algo interesante que decir, porque una amiga tiene tiempo libre para darme y porque no llega el correo a Loeches. De eso trata mi blog.


Siempre que veo a un paseante embelesado frente a un edificio de Madrid, descubriendo rincones de la ciudad, disfrutando de los bares, haciendo cola en los museos, leyendo las tarjas de los numerosos monumentos de mi barrio, me invade la nostalgia del turista que nunca fui en esta ciudad.

Vine a trabajar, trabajé y me fui, volví para trabajar y me marché, regresé, me quedé y trabajé, disfruto de Madrid, quizás más que cualquier turista o madrileño rendido a esta urbe revoltosa y cachonda, la ciudad me pertenece, me alimento, vivo y duermo de y en sus entrañas, pero hay algo que nunca seré en ella: turista.

Esa sensación de imposibilidad, de inevitabilidad, de circunstancia irreversible, se repite con otras cosas, como con algunos libros.

Ahora todo el mundo lee en el metro, cuando me aburro en mis superviajes mañaneros, atravesando de punta a punta esta ciudad, me entretengo categorizando a las personas por lo que leen y por el formato en que leen, el otro día vi a una chica que, rompiendo los prototipos por mí establecidos, leía un libro de Kundera y sentí nostalgia del momento del descubrimiento de Kundera, envidié sentir la fascinación que provoca lo que dicen sus libros, la primera vez expresada en voz alta.

Nunca pude decir a viva voz lo increíble que me resultaba ese hombre, leí sus libros clandestinamente, clandestinamente lo comenté y clandestinamente vi La insoportable levedad del ser, con su inconmensurable escena de las fotografías entre Teresa y Sabina. Después de leer el prohibido La insoportable… noté el impacto y me pareció justo esperar verlo también en el resto de los hombres como en mí, los años me han enseñado que no ha pasado nada porque muchísimas personas no han leído a Kundera ni lo leerán jamás. Sus libros me robustecieron los conceptos y las formas de enfocar las actitudes de los hombres, yo incluida, me enseñaron a aprehender la realidad y dieron forma y palabras a la inconformidad.

Las personas las clasifico en tres grupos: las que me enseñan desde lejos, las que están cerca y nada enseñan y las que enseñan y están cerca, Kundera es de los primeros, los del medio son circunstanciales y sustituibles, los otros son los amigos.

Como ahora está en mis manos disimular ciertas nostalgias, me descargué muchos libros de Kundera en mi bien parecida bq y volvía a releer algunos, qué placer! Tendría que ser posible, lícito, casi obligatorio, devolvernos ciertas sensaciones tan fácilmente como descargarnos libros.

5 comentarios:

  1. También ten en cuenta el regusto que daba la lectura de lo prohibido, eso implicaba tal vez dos o tres interpretaciones adicionales a la que puede tener el lector que por su mero derecho compra lo que quiere leer...ah, y nuestra condición de supervivientes está en contraposición directa con el hecho de ser turístas, eso lo entiendo perfectamente.

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  2. Gracias por recordarnos esta novela y a sus personajes, gracias por recordarme a Sabina, la artista enigmática y libre...
    Para la ver la película de Kaufman: http://www.peliculasyonkis.com/s/ngo/1/0/9/4/306

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  3. Hola, Anónimo, cubano debes ser, claro, y emigrante, ya que sabes de prohibiciones y de supervivencia. Gracias por detenerte en mi blog.

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  4. Villano, me gustan las cosas que nos acercan, gracias por el link, ya que releí la novela no estaría mal releer la película.
    Te cuento un poco de esa historia nuestra que te gusta escuchar, en los años noventa, donde estaba prohibido hasta comer, dónde todo estaba restringidísimo menos las enfermedades y las carencias, apareció un amigo de La Habana con un ciclo de películas eróticas que, por supuesto, se pusieron en la Casa del Escritor, vaya regusto que daba lo prohibido, retomando la frase de Anónimo,vimos en medio de un pecaminoso, por partida doble, silencio La insoportable levedad del ser, 9 semanas y media, Henry and June, El imperio de los sentidos, El último tango en París, Calígula.
    No puede caber en tu imaginación europea y española postfranquista lo que significó para nosotros, era transgresor, liberador, y erótico. Resumiendo: genial.
    No sabe Rafael cuánto le agradecemos el puñado de espectadores de su super ciclo lo que nos hizo sentir, allí arracimados y suspirantes, ingenuos poetas, trovadores, muchachas y muchachos ignorantes y precoces.

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  5. El anónimo se llama Ana Zilma Miranda, pero no me dejaba entrar con mi ID jajajaja

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