domingo, 23 de octubre de 2011

Nos vista Delacroix y fin de semana en Madrid

El sábado por la mañana suelo buscar acepciones aceptables de verbos que sirvan a mi necesidad de nombrar la inapetencia de actividad de cualquier tipo, este sábado me desasí del lánguido abrazo de “perecear”, y del pantagruélico desayuno, distorsionada remembranza de los almuerzos de Cuba, para ir a ver a Delacroix en Caixa Fórum, en números está calificada como la más completa retrospectiva realizada en Madrid en casi cincuenta años del romántico francés.

Las inspiradas clases de Juan Ramón y muchos años de museos, libros e Internet me han dotado de un pequeño bagaje pictórico que me permite suspirar delante de Klimt, enamorarme de las levísimas criaturas de Chagall, temblar en presencia de la Rendición de Breda, o identificar más o menos bien las principales escuelas de la pintura de la Edad Moderna en lo adelante.

Por esa razón muchas de las obras expuestas me eran bastante conocidas, pero merece la pena ir aunque solo sea por ver el impresionante, perfecto e inaccesible escote de Grecia expirando sobre las ruinas de Missolonghi, el estudio exquisito de la Muerte de Sardanápalo, la pequeña y desconcertante litografía de Fausto seduciendo a Margarita y el gesto encantador de la mano de la sirvienta negra de las Mujeres de Argel.

Luego de tapas, porque llegó de nuevo el Tapapiés que consiste, esencialmente, en hacernos un recorrido maratónico de bar en bar probando tapas deliciosas acompañadas de peligrosas cañas, fresquitas y engañosas, esta vez comenzamos por O Pazo de Lugo, nuestro gallego preferido en la calle Argumosa, que además de sus geniales mejillones a la vinagreta habían preparado para la ocasión una deliciosa pirámide-tortilla de lacón con grelos, en el Museum Café & Más probamos dos makis, uno de salmón y nabo japonés y otro de setas sitaki, en el Portomarín una zamburiña a la gallega de infarto, en el Ruedatape y Algo Más un glorioso ceviche de camarón, salsa de cebolla curtida con limón, tomate, camarones, aceite y cilantro y decorado con chicharritas de plátano macho.
Y ya exhaustos y demasiado alegres, fuimos en busca de un bakalao ajoarriero muy suave, consistente en bacalao desalado, aceite, ajo, cebolla, pimiento rojo y verde, tomate y pan, que nos esperaba en el Lamiak de la calle de La Rosa.

Después de esto solo queda hacer honor a la siesta española para reponer fuerzas y salir de cena y copas tarde en la noche.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Poesía

El lunes amanecí leyendo lo que había escrito Rubén Aguiar en su blog http://no-se-bien.blogspot.com/ sobre mi blog, pocas veces me quedo sin palabras, y esta es una de ellas, así que me tomo la licencia de pedirles que lo lean
Y como estoy acusada de ser poeta, a los hechos me remito, juzguen ustedes.

Un pie tras otro

Un pie tras otro,
suavemente,
sonríe distraída
o canta
y su murmullo la balancea
al borde mismo del precipicio.
Un pie tras otro
y no sospecha
que su liviana mansedumbre
es el resorte.
Sonríe o canta,
se balancea,
cuando, un pie tras otro,
pasa justo al filo del abismo.


El dolor me visita, me recorre la piel,
hace olas desgreñadas, obstruye mis poros,
es ajeno porque me miro en su cara y no me veo,
me estremece, me da pavor su nacimiento.
Me recorre de arriba a abajo, untando mi piel de sobresalto
su rostro es macilento, abotargado,
tiene los ojos secos, los párpados hinchados pesándole el insomnio
el pelo greñudo, enmarañado, las manos asidas retorcidas,
los labios temblorosos, mordidos mansamente,
del pecho estremecido mana un hilillo de sangre
se adivina el estertor en sus costillas.
Alargo mis manos para alcanzarlo
y cierro los dedos en el vacío,
siento que agoniza, que estalla.
Desgraciado percance, dolor nato de mí
que me traspasa y se hace corpóreo,
vaticinio infeliz, menesteroso.
Musito el exorcismo, moldeo su figura con mis manos,
Apiádate de mí que te adivino,
no toques a esa mujer, y lanzo dardos.
Me ronda el dolor que la posee, no es para siempre
pero sale de mi aliento, es ajeno y me escolta
me acompaña, es mi pecho el que sangra y
de cada poro sale el chirrido de su llanto.
Aléjate, o vuelve adentro,
Alójate en mis entrañas, duerme tácitamente,
Te acuno y te destierro.

martes, 4 de octubre de 2011

Declaración de principios, releer o el turista que ya no voy a ser.

Le escribí a un amigo (que tiene un blog al que llamé extraoficialmente El sitio en que tan bien se está) que los blogs me parecen un monumento erigido a la impudicia, cosa que sigo pensando, y es que me siento desnuda cuando escribo algo para más de cuatro ojos, como llevo espejuelos últimamente y escribo poesía, qué se puede esperar?, no obstante aquí está el mío que surgió porque dos o tres personas piensan que tengo algo interesante que decir, porque una amiga tiene tiempo libre para darme y porque no llega el correo a Loeches. De eso trata mi blog.


Siempre que veo a un paseante embelesado frente a un edificio de Madrid, descubriendo rincones de la ciudad, disfrutando de los bares, haciendo cola en los museos, leyendo las tarjas de los numerosos monumentos de mi barrio, me invade la nostalgia del turista que nunca fui en esta ciudad.

Vine a trabajar, trabajé y me fui, volví para trabajar y me marché, regresé, me quedé y trabajé, disfruto de Madrid, quizás más que cualquier turista o madrileño rendido a esta urbe revoltosa y cachonda, la ciudad me pertenece, me alimento, vivo y duermo de y en sus entrañas, pero hay algo que nunca seré en ella: turista.

Esa sensación de imposibilidad, de inevitabilidad, de circunstancia irreversible, se repite con otras cosas, como con algunos libros.

Ahora todo el mundo lee en el metro, cuando me aburro en mis superviajes mañaneros, atravesando de punta a punta esta ciudad, me entretengo categorizando a las personas por lo que leen y por el formato en que leen, el otro día vi a una chica que, rompiendo los prototipos por mí establecidos, leía un libro de Kundera y sentí nostalgia del momento del descubrimiento de Kundera, envidié sentir la fascinación que provoca lo que dicen sus libros, la primera vez expresada en voz alta.

Nunca pude decir a viva voz lo increíble que me resultaba ese hombre, leí sus libros clandestinamente, clandestinamente lo comenté y clandestinamente vi La insoportable levedad del ser, con su inconmensurable escena de las fotografías entre Teresa y Sabina. Después de leer el prohibido La insoportable… noté el impacto y me pareció justo esperar verlo también en el resto de los hombres como en mí, los años me han enseñado que no ha pasado nada porque muchísimas personas no han leído a Kundera ni lo leerán jamás. Sus libros me robustecieron los conceptos y las formas de enfocar las actitudes de los hombres, yo incluida, me enseñaron a aprehender la realidad y dieron forma y palabras a la inconformidad.

Las personas las clasifico en tres grupos: las que me enseñan desde lejos, las que están cerca y nada enseñan y las que enseñan y están cerca, Kundera es de los primeros, los del medio son circunstanciales y sustituibles, los otros son los amigos.

Como ahora está en mis manos disimular ciertas nostalgias, me descargué muchos libros de Kundera en mi bien parecida bq y volvía a releer algunos, qué placer! Tendría que ser posible, lícito, casi obligatorio, devolvernos ciertas sensaciones tan fácilmente como descargarnos libros.